Los Frutos de la Meditación

El Poder Integrador de la Meditación

John Main resumió así los frutos de la meditación:

“Es mi convicción personal que la meditación puede añadir una dimensión de una increíble riqueza a tu vida. Deseo haber tenido los poderes de persuasión o elocuencia para convencer a todos con los que me he encontrado de la importancia de la meditación. Una vez que empiezas, y comenzar nos lleva a muchos de nosotros meses y años, encontrarás que tu meditación es el gran poder integrador en tu vida, ofreciéndote profundidad y perspectiva sobre todo lo que eres y todo lo que haces. Y la razón es que empiezas a vivir desde el poder del amor de Dios, ese poder que está presente en nuestros corazones en toda su inmensidad, en toda su simplicidad, en el Espíritu de Jesús. El poder integrador de la meditación afecta a todas las dimensiones de nuestra vida. Toda nuestra vida se alinea con Cristo. Su vida y presencia se hacen palpables en todos los aspectos de nuestra vida. Y el camino para llegar ahí es el camino de la humildad, de la simplicidad, el camino del mantra.

La cosecha del Espíritu

La transformación personal e interna generada por la meditación está maravillosamente bien descrita en lo que San Pablo llama la cosecha del Espíritu (Gál 5, 22-23):

Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Aprendiendo a ser

Meditamos para ser. Ser la persona que hemos sido llamados a ser. La persona que acepta plenamente el regalo de su propia creación, asumiendo y respondiendo totalmente al regalo de la plenitud de la vida que hemos recibido en Jesús.

Aprender a ser significa:

– No llevar máscaras, ni esconder nuestros sentimientos íntimos para no tener que actuar.
– No responder al prójimo de forma programada y evitar prejuicios o el deseo desordenado de atención y reconocimiento.
– Dejar ser a los demás tal y como son. Dejar a Dios ser.

Aprendiendo a vivir plenamente en el momento presente

La meditación nos enseña a vivir plenamente conscientes en el momento presente. En la meditación ponemos nuestra plena atención en recitar el mantra. Estamos plenamente presentes en el mantra, sin pensamientos del pasado o del futuro. Sin aprender a vivir plenamente en el momento presente, viviremos en la superficie de la vida. El pasado fue; el futuro es incierto; sólo nos queda el momento presente.

En el momento presente:

– El momento más importante es AHORA.
– La persona más importante es con la que estás AHORA.
– Lo más importante es lo que estás haciendo AHORA.

Estando más arraigado, más centrado

Estar más arraigado y más centrado quiere decir ser más estable, más consistente en nuestro enfoque de la vida, especialmente hacia los problemas en la vida. Somos menos volátiles. Somos menos proclives a trasladarnos de unos extremos a otros en nuestras emociones y acciones. Somos guiados por ciertos valores intrínsecos.

Aprendemos a desarrollar una mejor comprensión de:

– Qué es lo realmente importante en la vida,
– Qué es lo trivial,
– Qué es lo pasajero, y
– Qué perdura auténticamente.

La meditación nos ayuda a estar centrados y arraigados porque, en la disciplina diaria de la meditación, vamos entrando en el centro y la profundidad de nuestro ser.

En la meditación también aprendemos a abandonar el deseo. La gran tragedia de nuestro tiempo es que estamos tan llenos de deseos de felicidad, éxito, riqueza o poder, que vivimos imaginándonos cómo podrían ser las cosas si llegáramos a satisfacer nuestros deseos. Así, difícilmente llegamos a conocernos tal como somos y a aceptar nuestra situación actual.

El crecimiento espiritual nos lleva a ser menos egocentrados y más sencillos. El progreso en la oración sólo se puede medir en la medida en que lleguemos a percibir cómo un espíritu de amor entra en nuestra vida diaria. La experiencia contemplativa cristiana ha de manifestar sus frutos en nuestra mejor relación con los demás.

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